8 de octubre de 2011

SOMOS GRAU, SEÁMOSLO SIEMPRE

Sobrecoge el poco conocimiento de la historia peruana entre los jóvenes, porque la falta de una adecuada ubicación geográfica y temporal incide en un grave problema de identidad nacional, comprometiendo sus valores sociales.

Por ello es excelente la convocatoria de nuestra Marina de Guerra a la campaña de promoción de valores cívico-patrióticos titulada Somos Grau, Seámoslo Siempre, un esfuerzo que merece relevarse en tres niveles esenciales:

Primero, es responsabilidad de autoridades y privados reforzar el sentido de pertenencia a la patria. En plena globalización, es vital ayudar a los menores a entender sus orígenes como parte de una comunidad cuyo éxito futuro depende de que se conozcan las grandezas y los errores del pasado. Este 2011, por ejemplo, prácticamente en silencio se han cumplido 130 años de la infausta ocupación de Lima, la destrucción de Chorrillos y la barbarie impuesta por el antiguo enemigo sureño. Pocos lloran a nuestros miles de muertos y no recuerdan el heroísmo de la épica resistencia en los reductos capitalinos y las faldas del Morro Solar. Tampoco conocen los crímenes ordenados por personajes que hoy serían condenados por genocidio, como el jefe del ejército de ocupación, Patricio Lynch. Explicar todo aquello es imperativo no para reabrir heridas, pero sí para fortalecer una serena peruanidad.

Segundo, un país que no honra a sus héroes pierde sus paradigmas. En el caso del almirante Grau, debemos incentivar el justo reconocimiento de sus hazañas para que la desinformación histórica no siga siendo un elemento de propaganda que desvirtúe los libros de texto, las producciones televisivas y hasta las redes sociales. En el país del sur, desde época del tendencioso historiador Gonzalo Bulnes hasta hoy, algunos tergiversan sistemáticamente la gesta del Caballero de los Mares, en el afán de ocultar crímenes perpetrados por mandos innobles como Carlos Condell, el comandante de la Covadonga. Aclarar este tipo de cosas es imperioso para reforzar ideológicamente a un pueblo al que no debe escatimársele el derecho a conocer su propia historia.

Tercero, debemos recordar con Basadre que “a los niños se les puede enseñar el culto de este nombre [Grau] sin que de él emanen impuras influencias. Sobre un pedestal de fuego desgarradoramente patético en el que, por las culpas de unos y las faltas de otros, se iba a producir el holocausto de la patria, aparece sencilla y serena la figura del piurano modesto que era también un cristiano viejo y un criollo auténtico […]. La gloria de Grau no es solo la del ocho de octubre. Es, muchos días y semanas y meses antes, cosa cotidiana, tarea menuda y trabajo sin cesar […]. Cuéntase entre sus virtudes el amor a su tierra que es ingénito en todo ser bien nacido. Igualmente, el espíritu cívico del buen ciudadano. Asimismo, la abnegación del verdadero patriota que no solo cumple su deber sino que por él se inmola cuando es necesario. Al lado de ella tuvo la modestia que, en la gente de bien, no está reñida con la altiva dignidad. Y por otra parte, encarna el dominio o maestría que todo profesional aspira a obtener en su oficio o vocación. Enlaza así las más altas cualidades castrenses con las mejores virtudes de la vida civil”.

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