20 de septiembre de 2010

LA IMPORTANCIA DE PARTICIPAR

El clima electoral que vivimos, tan agitado o más que en ocasiones similares, nos sirve para confirmar la necesidad de una nueva cultura política a desarrollar en los ámbitos heterogéneos de nuestra sociedad.

Tanto la política como la cultura –vecinas y complementarias– nos ayudan a tener un mejor conocimiento de nuestra realidad y por ese camino a reflexionar sobre las posibles propuestas producto de nuestra educación cívica, principalmente.

Después de que haya pasado el trance electoral que agita los ánimos podríamos afirmar que el Perú no seguirá siendo el mismo.

La democratización avanza penosamente, pero avanza y encuentra en la ruta, además, dificultades que entorpecen el desarrollo escolarizado de una cultura política y cívica tan necesaria para evitar exclusiones e indiferencias.

La participación ciudadana, tan imprescindible en estas ocasiones, es una manera de reafirmar la democracia.

Es construir una ciudadanía alcanzable que se oponga a modelos superados, es educar a través de la misma participación.

Los indiferentes –decía Antonio Gramsci– son el peso muerto de la historia.

Entre nosotros, la oportunidad de emitir un voto en acto soberano nos remite a discutir la problemática democrática y a criticar los desvíos del poder, desde la base misma de la expresión ciudadana y en ejercicio de nuestra cultura política.

Es por eso que se reconoce a la relación entre élites y masas, entre gobernantes y gobernados, como una expresión cultural además de política. Esto es sinónimo de convivencia y de capacidad para cambiar la sociedad.

Inevitable la suerte de convulsión política instalada entre nosotros como parte del quehacer electoral. Pero ello solo se justificaría si se estimula la participación, si desaparecen los indecisos, si se asume el compromiso con visión de futuro y sentido de patria.

Es natural que se exija transparencia y respeto con el mensaje que representa cada voto. Debe ser consigna, debe alentarse también la aparición de nuevos actores, representados por los movimientos urbano populares, que traducen una lectura distinta y una voluntad declarada de alcanzar objetivos políticos heterogéneos.

Los sectores mayoritarios de nuestra sociedad, que se sienten representados por determinadas candidaturas, saben labrarse sus propios espacios y expresar a veces con carácter de protesta su voluntad de cambio y de nuevos rostros.

No faltaron las disonancias en el lenguaje electoral, pero es diferente a la violencia de otros países y sus efectos pasan pronto.

Como en otras ocasiones, el acto electoral, tanto regional como municipal, será siempre un referéndum que, en el voto emitido, muestra la voluntad del ciudadano de poner atajo a todo aquello que represente desgobierno y descomposición institucional.

Vivimos siempre un sentimiento de espera por recuperar lo perdido.

La campaña electoral que precede al voto tiene un lugar y un objetivo que cumplir. Nadie debe excluirse de participar, pues las elecciones son siempre jornadas históricas. Además, cualquiera fuera su resultado, son auroras que la patria pone al alcance del pueblo.

Por: Ernesto Velit Granda

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