19 de septiembre de 2010

"LA CRISIS ECONÓMICA NOS VOLVERÁ MÁS CAUTELOSOS"


John Harry Goldthorpe, el sociólogo británico emérito en el Nuffield College de Oxford que investigó por primera vez la movilidad social, ha presentado en Madrid una reedición de su obra De la sociología: números, narrativas e integración de la investigación y la teoría con la que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) abre su nueva colección de Clásicos Contemporáneos. El autor de la tesis del aburguesamiento de la clase obrera explica sus investigaciones.

Es precursor del estudio de la tesis del aburguesamiento de la clase obrera y de la teoría de la elección racional aplicada a la explicación de los fenómenos sociales, ¿cómo puede afectar una crisis económica como la actual a la estratificación social?
Como intento explicar en mi libro, no creo que los sociólogos deban asumir la versión particular de la teoría de la elección racional que defienden los economistas y que se basa en una información perfecta y con capacidad de cómputo infinito. Yo hablo de una “teoría de la acción racional”, es decir, una teoría basada en la acción de unos actores “delimitados” por la racionalidad. Según esta teoría, la gente tiende a actuar de la mejor manera posible para lograr sus objetivos dentro de un entorno. Tolstoi escribió (en el inicio de Ana Karenina): “Todas las familias felices son felices de la misma manera; todas las familias infelices son infelices de diferentes maneras”. Del mismo modo, “todas las acciones racionales son racionales de la misma manera; todas las acciones no racionales son no racionales de diferentes maneras”.

Esta teoría se puede aplicar a las actuales condiciones económicas, al igual que en épocas anteriores. La principal diferencia es que, como las desigualdades económicas y sociales han aumentando, también lo hará el grado en el que los individuos ven limitadas sus opciones, racionales o no. Asimismo, como las condiciones económicas son cada vez menos predecibles, será más difícil actuar de forma racional y los individuos se volverán más cautelosos y con mayor “aversión al riesgo”.

El libro que acaba de presentar traducido al castellano se define como “una guía para hacer buena sociología”, ¿a qué se refiere por “buena”?
Mi libro no es una guía de cómo hacer buena sociología en un sentido estricto, es decir, no es un libro sobre cómo diseñar la investigación, analizar los datos, los informes o cómo redactarlos. En él trato de determinar los requisitos metodológicos generales que toda sociología debe tener, y también intento indicar qué estilo de sociología cumple estos requisitos. La pauta básica de toda sociología es que sigua una “inferencia lógica” (la misma lógica de movimiento entre la evidencia y los argumentos), tal y como sucede en cualquier ciencia. En sociología, este requisito se cumple mejor mediante un trabajo cuantitativo, es decir, con encuestas o datos numéricos analizables mediante métodos estadísticos. El trabajo cualitativo, propio de la sociología histórica o la etnografía, no ha desarrollado en la misma medida métodos explícitos que reflejen esta lógica.

¿Cuales con las dificultades que se encuentra un sociólogo a la hora de estudiar esta disciplina en comparación con otras ciencias?
La sociología, especialmente en mi país (Reino Unido), no está basada en la investigación. Es más bien una cuestión de “escribir libros sobre libros”. Un ejemplo es la interpretación sin fin de Marx, Durkheim y Weber o las historias y comentarios sobre las diferentes Escuelas de sociología. En otras palabras, lo que entienden como sociología está mucho más cerca de la sociología que de la sociedad. Las investigaciones tienden a ser mucho más cualitativas que cuantitativas, metodológicamente débiles. Demasiados sociólogos no tienen conocimientos básicos sobre aritmética. Además, lo que pasa por teoría sociológica es a menudo una mezcla de historia de las ideas, filosofía social y, en el mejor de los casos, elaboración conceptual. Pero la teoría no tiene sentido a menos que tenga “poder explicativo”. Por eso me gusta la teoría de la acción racional; trata de explicar por qué ciertas regularidades establecidas en la vida social son como son.

Ha trabajado en las áreas de la estratificación social, la macrosociología, y recientemente en el consumo cultural, ¿en que consisten sus últimos estudios?
Mi trabajo sobre el consumo cultural estudia cómo las jerarquías del gusto y del consumo cultural determinan jerarquías sociales. Por ejemplo, en el caso de las personas de clase alta, ver si es verdad que favorecen a una “cultura de élite” (música clásica y la literatura, la ópera, el teatro o el arte), o si las de menor posición favorecen la cultura popular (televisión, literatura popular, música pop o cine). Mi investigación sugiere que esta visión “consolidada” por sociólogos como Pierre Bourdieu está equivocada y es más compleja. Las élites consumen en todos los niveles, y las clases bajas sólo consumen en los niveles de cultura inferiores. No hay virtualmente una élite “sociocultural”, es decir, individuos que consumen sólo “cultura de elite”.

Y respecto a las desigualdades sociales ¿Por qué persisten pese a las mejoras en la educación y en la calidad de vida?
Las desigualdades sociales persisten incluso cuando los estándares generales de vida mejoran, porque son, en última instancia, desigualdades basadas en las ventajas sociales y el poder. Tienen propiedades de auto-mantenimiento. Por ejemplo, los padres con mayores recursos económicos, culturales y sociales aún pueden utilizarlos para dar a sus hijos “ventajas” educativas, como pagar para que sus descendientes entren en la universidad, comprar casas en las zonas donde existen buenas escuelas o ayudar a sus hijos con su educación, en casa, y con sus contactos.

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